martes, 19 de junio de 2018

Yo no creo en el misterio de la vida

Sigo procesando lo que viví en estos últimos días en los que se debatió
y siguió debatiendo ( al menos en mi familia),
el tema de la despenalización del aborto. 
Lo hago porque es un tema que me importa, y mi manera de aportar es ésta.
Trato de hacerlo desde cierta coherencia entre contenido y modo
para no borrar lo que escribo a mano, con el codo.


En medio de varias conversaciones e intercambios con gente querida
acerca de este tema,
en algún momento alguien me dijo algo asi :

¨está muy bien, vos podés creer en el misterio de la vida,
y está bien que los que lo ven de otra manera puedan decidir qué hacer¨

Cuando escuché ¨vos podés creer en el misterio de la vida¨,
algo en mi sintió un desajuste, pero en el momento no supe ni pude descubrir
ni articular de qué se trataba esa sensación. 
En los días que siguieron, dejé que eso en mi se fuera clarificando
y hoy puedo escribirlo así.

Descubrí que el desajuste que sentí
tenía que ver con que yo NO CREO en el misterio de la vida.

Si, como leés. 

YO NO CREO EN El MISTERIO DE LA VIDA.


Yo TENGO LA EXPERIENCIA del misterio de la vida.

Y esto puede parecer una simple diferencia semántica pero profundamente no lo es. 
Y de esa diferencia se desprenden algunas cuestiones importantes,
al menos para mi.

Una creencia es una manera de conocer que nos sirve un tiempo, o mucho tiempo, o tal vez toda la vida, pero es cuestionable, desarticulable,
o como está tan de moda decir: de-construible.

Una experiencia es otro tipo de conocimiento.
Es una percepción comprendida
Es fresca. Es a cada momento.
Tiene una fuerza que se instala como evidencia
para la persona que (valga la redundancia), la experimenta.

En ese sentido entonces, experimento la vida,
como algo que me excede,
que no controlo al cien por cien, que tiene aristas o matices
que muchas veces no elegiría pero me tocan. 

Mi experiencia tiene la cualidad de una sensación profundamente sentida,
única, mía, y en un todo inexplicable en lenguaje de palabras. 

Es una experiencia que yace en un lugar que las palabras y el análisis no alcanzan
y tal vez nunca alcanzarán a tocar de lleno. 

No es una creencia
( paradigma basado en la fe y asociado a una doctrina, religión o dogma)
No es algo que aprendí en libros, tampoco en una Iglesia,
o en una clase de catequesis.
No es un paquete que compré cerrado y me tragué sin abrir.

Experimento de primera mano la vida como algo inmenso, misterioso,
inabarcable con el solo conocimiento de mi razón. 
Realmente, no llego gente, con mi limitada mente
a comprender las dimensiones, los alcances, la profundidad, en fin, tanto...

Alguien si?

Esa experiencia es acompañada por algunas cuestiones
que me saltan a la vista con bastante evidencia:
La vida me fué entregada en algún momento del tiempo
( no elegí cuando ni cómo venir a la vida)
y no me es dado saber de antemano hasta cuando durará entre mis manos. 
Hay algunas cosas que puedo hacer para mantenerla en mejor estado,
para alargarla tal vez un poco, pero nada es garantía ni total salvaguarda.
Sencilla y evidentemente, no está completamente en mis manos.
La vida no me va a pedir permiso para partir de mí
y no hay ley de ningún congreso que pueda garantizarmela para siempre.

En fin, lo se,
mi experiencia sentida y pensada me lo grita,
 no soy la dueña.

Con el paso de los años cada vez más me doy cuenta que casi nada puedo saber
con absoluta certeza acerca de algo tan inmenso y tan misterioso.
 Por eso me es difícil pensar que sobre todos sus
aspectos puedo pretender decidir. 
Voy tanteando en la oscuridad, y ante tantos temas grosos que NO SE, 
de mínima intento pisar con cuidado, porque quién sabe, 
bajo mis pies haya algún brote, que no alcanzo a ver o a dimensionar, 
y si no estoy segura, no quisiera llevarme algo valioso por delante.

Experimentar la vida de esta manera me ha hecho más humilde,
menos soberbia, y aunque todavía muchas veces lucho y me peleo con lo que es,
en mucho he aprendido a asentir, no como una cuestión de resignación, sumisión
o conformismo sino como una esencial aceptación de lo que me excede.

Por todo esto,
ante un tema tan delicado como es el del comienzo de la vida
creo hubiera ido con más cuidado.
Porque no se trata de que algunos ganen y otros perdamos
se trata de la vida, el gran misterio
y de cómo vamos a convivir en ella como familia humana.
Creo que perdemos todos si por pasar
con demasiada furia o con certeza infundada,
nos llevamos puestos sus más preciados brotes.

Por eso,
a las puertas del gran misterio que es para mi la vida
cuando me despierto cada día, 
pido seguir aprendiendo y creciendo
en la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, 
en el valor para cambiar las cosas que puedo,
y en la sabiduría para reconocer la diferencia.

Sobre todo, en la sabiduría para reconocer la diferencia.