Como siempre
cada tanto, el desorden.
Creías que habías aprendido a sobrellevar una situación
y estabas empezando a sacarle el jugo a eso que
parecía seco y sin mucho para ofrecerte.
Una sensación de cierta comodidad se estaba instalando,
le habías encontrado un lugar a cada cosa,
Y estabas disfrutando las vistas.
No estabas ciega al mar de fondo
pero no dependían de vos ciertos desenlaces.
Desenlaces que tarde o temprano llegarían,
trayendo de la mano nuevos cruces de camino.
Ciertas piezas que habían encontrado su lugar
comenzaron a girar enloquecidas,
despistadas. El rompecabezas que tan prolijamente
habías logrado armar perdió su forma,
voló por el aire y decidió cambiar.
Y el piso moviéndose te avisa otra vez que elegir tendrás.
La ropa se acumuló esta vez contra tu voluntad en la silla,
y aún no sabés cuál será el destino
de cada una de las cosas que allí se apilan hoy,
desordenadas.
Y lo más sabio que podés hacer
es darle la bienvenida a este tiempo de las preguntas.
A la incertidumbre y al todavía no.
Sacarle una foto a esto nuevo que hoy la vida propone
y recordar que no es la primera vez que las cuestiones
se desacomodan.
Y recordar también, que siempre en algún momento,
paciencia mediante, escucha atenta y valor,
se vuelven a acomodar.
Y que el rompecabezas muta
y se transforma en una imágen nueva, inesperada,
y a su manera, feliz.
Y recordar que como te enseño una persona muy querida:
¨ojalá y que lindo hubiera sido¨,
pero no siempre es como
hubiéramos querido.
Que los caminos nunca son quietos durante mucho tiempo.
y que tantas veces, ese cruce que hubieras querido evitar
es el que te lleva a mundos ricos y de seguro crecimiento.
Y por último, recordar con amorosa paciencia,
que lleva tiempo y algo de esfuerzo
despedirse de los caminos viejos
y elegir los nuevos, pero se puede
y es parte de la maravillosa aventura de vivir.