¨Ahora, posiblemente, se moriría, pero había valido la pena, no había lamentado no haber sido bella o talentosa o brillante, no le había entristecido su vida no del todo fácil...los recuerdos la tenían sin cuidado: había estado atenta al sabor de los muslos de pato, a
la salsa de moras, al vino clarete, al perfume de los licores, al vapor
oloroso que venía de la cocina, a la luz que filtraban los caireles y
devolvían los espejos.
Tal vez del otro lado hubiera oscuridad y silencio, pero había sido una noche estupenda¨
Angélica Gorodisher, El amor eterno
Vieron que hay épocas.
Están las épocas de ir a casamientos, cotillón, carnaval carioca y pepepepepe. Después vienen los tiempos de pasearse por las maternidades, visitando bebes recién nacidos, batitas en mano, los bautismos, las adaptaciones al jardín, los cafecitos de madres, la merienda para la sala de los Monos, los vasitos de yogur para hacer las maracas, los disfraces de estrella o de elefante. Llega la época de las comuniones, de hijos, sobrinos, e hijos de amigos. Y el tiempo de los hijos adolescentes, las noches mal dormidas otra vez, las salidas en pijama y pantuflas a las 4 de la mañana. Etapa de las fiestas de quince, la tanda de fiestas de cuarenta, y otra vez pepepepe, pero con algunas arrugas encima. Entrás después en etapa reuniones de padres por los viajes de egresados, el buzo, la careta y el anillo, y cuando te querés acordar, toca la colonoscopía ( a grandes rasgos y sin ánimo de saltear etapas).
En algún momento, entre medio de todas esas otras etapas, se apersona algo así como la época de los entierros.
Y cuando rememorás, te das cuenta de que, en un solo año, fuiste a un montón.
En proporción, muchos más en un año que lo que fuiste en todos los otros años juntos.
Llegó esa época.
Y como dice Roxi, si antes te creías eterna,
ahora te ves enorme,
y como escriben los que saben
la muerte ya no es solo la muerte de los otros.
En el último año me tocó
asistír a varios entierros.
Todos con sus particularidades
y el rasgo común de dejarme sintiendo mucho,
y pensando también.
Y una de las cosas que me pregunté en cada uno es:
¿Cómo quisiera que fuera mi entierro?
Y de ahi a cómo quisiera que haya sido mi vida,
solo un pasito.
Mi legado, mi huella.
Entonces pensé en dejarlo por escrito,
que ya es un amable vicio,
para tenerlo a mano, como mojón, cartel,
recordatorio,
cada vez que me pierda por los caminos.
Empezando por el entierro,
que es más fácil de imaginar que
la propia muerte.
Si de los míos me toca morirme primero,
y desde alguna parte miro,
me gustaría ver a los que quise y
me quisieron, reunidos en un círculo,
tomados de la mano
mirándose a los ojos,
en ritual casero de pasaje y despedida.
(ojalá haya sol).
Me gustaría ver a mis hijos
tocando la guitarra
y cantando juntos
alguna linda canción con la que
quisieran recordarme.
(vale bailotear!)
Nada de misas,
palabras dichas por desconocidos,
ni solemnidades acartonadas.
Me gustaría que me recordaran
con mi camisa a cuadros
de colores alegres,
mis zapatillas cómodas,
(ante todo, cómodas!),
y algunas canas que seguramente
no alcancé a teñirme.
Sueño con que
en algún lugar se lea,
porque así haya sido:
Flor
Mujer, madre, amiga
rota y entera,
se animó a cambiar,
se animó a crecer
fué amorosa, valiente y libre.
Libre y valiente para intentar
ser amorosa.
Nos dejó la huella
de su amor imperfecto.
Ojalá asi sea.
Aún después de todo este tiempo
el sol nunca le dice a la tierra: me debes.
Mira lo que sucede con un amor como ese.
Ilumina todo el cielo.
Hafiz
Genia!!!!!!!!!!! me encantó!!!!!!!!!!
ResponderEliminarGracia por comparator tus experiencias, nos tocan a todos, y las ponés en unas palabras tan... humanas....
Beso grande: MS
Gracias! Un abrazo!
EliminarWow!! Me encantó tambien! Linda tu huella florcita! Magui
ResponderEliminarGracias Maguita,a ojal así sea!!
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