lunes, 17 de agosto de 2020

Jugar con las palabras

Para no convertirnos en seres demasiado serios

ayer celebramos cultivando

ese pulmón de la vida que es el juego

Nos juntamos un ratito a experimentar con las palabras.

Activamos presencia, curiosidad,

ganas de explorar y asombrarnos

Nos permitimos hacerlo mal,

si es que existe eso en el juego.

Nos dejamos llevar, sin apegarnos a resultados,

nos animamos a conectar y a crear


Permitiéndole estar a lo que está,

le permitimos transformarse y en el proceso,

transfomarnos.


Los invité con este pedacito de Free Play

de Nachmanovitch





y este es el pequeño texto que escribí en ese rato


Hay rumiaciones de hastaluegos,

telas de araña de dolores,

entretejidos como mandalas

Hay ventanas que quieren ser puentes,

y esperanzas de encontrar 

fragancia de almendras en el aire.

También hay piernas en movimiento, 

que no quieren quedar atrapadas

en definitivamentes,

deseos de despedir tortuosidades y dejar ir

espectativas de retribuciones.

Hay voces que recitan sonetos, cabellos al viento

que sueltan tradiciones, abren caminos nuevos.

Hay porosidades que por momentos

duelen su intemperie

y que tal vez, con el tiempo

se transformen en diamantes.




sábado, 20 de junio de 2020

Ronda cuadrada de domingo

Algo simple
Algo breve, silencioso, quieto.
Algo táctil
Un respiro, un chiste,
un beso adolescente.
La capacidad de poner en mute
el afuera y el adentro

Tamaraestaloca



Algo simple, este momento. No tiene que ser más complicado que ésto.
Un cuaderno, una birome. Mi pelo recién lavado, un encuentro. Un poema corto.
Muchas manos escribiendo. La respiración acompasada
de varias mujeres reunidas en una ronda cuadrada.
Algo breve, oraciones que van surgiendo de mi mano. No tienen por qué ser largas.
No tienen por qué ser nada. Pueden ser tal como son, tal como salen.
Como yo, como éstas mujeres.
Breve y eterno el permiso para ser a nuestras anchas
en esta tarde de domingo en cuarentena.
Algo silencioso, este lugar. Solo escucho el tic tac del reloj, el tanque de agua,
y el slush slush de las manos sobre las páginas, cada una en su pantalla.
Silencioso domingo, en el que escuché la conversación
entre una escritora y una librera
y el juguito de esa charla es una lista de tesoros que quedan en la gatera.
Lista de libros que quiero leer. Entusiasmo lector de domingo al sol.
Algo quietoel tiempo. Parece quieto pero se está moviendo.
Se mueve lento y raro en este tiempo. Cuánto hace ya que comenzó este encierro? 
Cuánto que no vemos a nuestros hijos, a nuestros amigos, a nuestros padres?
Está por llegar el invierno.
Algo táctil, mis pantuflas. Con ellas recibo los primeros fríos.
Con ellas hoy atiendo.
Me estoy acostumbrando y me pregunto si estará bueno.
Tal vez sea una pregunta incorrecta.
Por qué de todo tenemos que decretar si está o no bueno? 
Es lo que está siendo. Es lo nuevo.
Atender en pantuflas. Por qué no?
Tal vez ponga un par de pantuflas para los pacientes.
O mejor, tal vez les ofrezca a los pacientes venir en pantuflas
cuando algún día se abran las compuertas.
Un respiro,  abrir la puerta que da a la escalera,
sentir los primeros rayos del sol de la mañana,
ver el cielo de ese lado de la casa, el paraíso ya desnudo.
Sacudir las alfombras, recordar viejos tiempos
en que la gente era de carne y hueso.
La capacidad de adaptarnos a los nuevos tiempos, a lo que la vida trae.
La capacidad de crear con lo que queda, algo nuevo.
Algo que sea sabroso, rico, cálido y nos ayude a pasar el invierno.
Y a ir más allá también, quien sabe.
La capacidad de reinventarnos, en el tiempo, todo el tiempo.


A veces, los domingos, sucede algo de esto.
Nos encontramos a pausar, escribir, compartir, acompañarnos.
No buscamos perfección.
Vamos tras la belleza de lo salvaje y verdadero.
Vamos tras el misterio y el milagro del encuentro.
Nos hacemos presentes
y sucede.


lunes, 25 de mayo de 2020

Soy

Donde expira un pensamiento hay una idea.
En el último suspiro de alegría, otra alegría.
En la punta de la espada, la magia.
Es ahi donde voy
Clarice Lispector


Canela, Jazmín, café recién molido, manta de lana, piso de madera, toalla calentita, limonada con menta y jenjibre, chocotorta, salsa blanca con nuez moscada, sirena de ambulancia, palomas en el techo de chapa, crujir de las hojas en otoño, lago turquesa, zapatos, mesa ratona....

Soy de la casa de Los Nogales.
Puedo oler el miedo en las noches de viento, los fantasmas en las ventanas.
El miedo de todas las noches, la oscuridad en esos árboles.
La humedad fría de los cuartos, los eskabes apagados, los pisos de cerámica,
el aire helado, los pasillos largos, el ruido de los botines, el palo.
A veces, el olor del fuego en la chimenea de ese living con desniveles.
Las cocretas de Malele. Su risa contagiosa cuando se le caían los dientes.
Jazmines? Seguramente. Hoy no los recuerdo pero imagino que habría
en los floreros que hoy son míos. A mamá le encantaban.

Soy del departamento a una cuadra del rio, el olor a comidas del mundo
en los ascensores, el piso de plástico. La mesa de picnic, la tela que usábamos para
cubrir esa caja que hacía de mesa de luz improvisada.
Una tela que a todos les parecía fea, pero había sido barata y era suave
Creo que todavía guardo algún retazo.
Soy de las ensaladeras celestes, heredadas de Carola y Pablo, como el sillón
en el que nos hundíamos y del que hoy en dia no podriamos levantarnos,
que hacía de cama para los viajeros invitados,
la cama ruidosa que revendimos rápido, el baño sin bidet, los cuadros sin marco.
La felicidad de esos años.

Soy de las vacaciones en la Lorenave, del mate a la mañana
con la bruma sobre algún lago, envuelta en la bolsa de dormir
De los guisos preparados por Juampi con lo que ¨haiga¨ a mano,
Del café con chocolate y un libro. Las bananas, las nueces, otra vez el mate.
La ropa ahumada, el shampoo y la crema de enjuague
Las frutigran, la cebolla, algún que otro pedacito de carne.

Soy de Laureles y las palomas en el techo de chapa, las cotorras en los eucaliptus de aquella esquina, y a lo lejos, la panamericana. Los ladridos de Pancha cada vez que llega alguien. Las risas, las peleas, las discusiones acaloradas en la mesa, ya lejanas. Las canciones en las guitarras, los bailes frente a la ventana, el maquillaje, los disfraces. La música, el viento en las hojas, los pasos con zapatos demasiado temprano en las mañanas. Los podcasts de hoy en la cocina, mientras preparo algo de comer para los que quedamos en casa.

Soy de ésta casa, de árboles plantados para disfrutar de su sombra. Arboles de hojas rojas, de flores violetas el jacarandá y rosadas la acacia. Soy de esta casa de paredes amarillas que fué creciendo con los años, cambiando su fisonomía, que se fué cubriendo de un manto de hojas coloradas. Que en otoño se queda desnuda, pelada. La de la leña en el fondo, la huerta, abandonada, rescatada.
La del rejunte de muebles de otras vidas, otras gentes, otras casas.

Soy la que fué, que es, y la que será.
Soy una linea de tiempo en el tiempo abierta al próximo tiempo
abierta a lo que vendrá.

miércoles, 18 de marzo de 2020

De qué puedo hablarles?


Hay mucho en este tiempo que podría decirles...

Podría hablarles acerca de cómo, de un viaje eterno, de casi 20 horas, pasamos a aislarnos en casa, y de que se siente como si hubiéramos pasado
de un tubo a otro, a continuacion, conectado.
De la vida en un tubo, en un caja. Algunas noches todavia me despierto y no recuerdo dónde estoy, y mi cuarto me parece por unos segundos
un lugar completamente extraño.

Podría hablarles del misterio del tiempo diferente que a cada uno le lleva adaptarse a los cambios, y del misterio de cómo
cada uno necesita algo diferente en ese proceso.
Y de cómo a mi, (que además soy Tauro y parece que a Tauro la cuarentena le va muy bien) el tiempo de guardado obligado me trajo la bendición del reposo que necesito para recuperarme de a poco de los varios impactos.

Podría contarles también cómo, al tercer dia de llegar a casa el techo del living comenzó a desplomarse, y sobre nuestras cabezas comenzó a caer una nieve en cascotes de yeso y cómo mientras recogía pedazos y barría, pensaba; esto es para que no queden dudas. Algo está cambiando.
Algo pide cambio. Eso que nos ¨amparaba¨ de alguna manera, se está resquebrajando y desmoronando, y tendremos el desafio de ¨cubrirnos¨ de una manera nueva, que espero sea en el sentido del nuevo despliegue, y no del acuartelamiento y la defensa.

Podría hablarles también de cómo ayer una de mis hijas me avisó que finalmente concretó sacarse un buen seguro médico, y cuando le pregunté cuál se había sacado me respondió desde sus veintipicos: ¨uno que me cubre todo¨ 
Y de cómo me reí sola al leer eso, y pensé: nada nos cubre todo. Ni el seguro médico, ni el techo de la casa. Estamos un poco cubiertos y otro poco al descubierto, y eso puede traernos algo del orden del despedirnos de cierta omnipotencia y del recordar que nos necesitamos.

Podría hablarles de cómo todavía no se me acomodó del todo el sueño y muy temprano, cuando todavia es noche cerrada, ya estoy con el mate, escribiendo.

Y de cómo una de las cosas que me está ¨salvando¨ en la cuarentena es el entusiasmo de mi hija menor por cocinar comida vegetariana, y haber ofrecido acompañar virtualmente a otros en esta práctica, para que tengan algún lugar donde hacer pie ellos tambien, para transitarla, y llamar todos los dias varias veces a mi padre, y tratar de hacerle la mayor compania posible en este tiempo raro, ya que aún, por la cuarentena no puedo ir a visitarlo, y atender por skype y hacerme disponible para escuchar y acompañar.

Ofrecer algo, en definitiva, me está salvando. De mis propios fantasmas, de empantanarme en mi propio ombligo, de la sensación de catástrofe.

De cómo ofrecer algo abrió la puerta para que entrara el aire ( o también podria decir que ofrecerME primero lo que necesito, dejó entrar aire y eso me permitió recordar que siempre puedo ofrecer a otros tambien, algo).
De cómo entró el aire de la presencia, de la practica sostenida, de las palabras. El aire de recordar que soy y somos una trama que en tiempos turbulentos se sigue tejiendo en el silencio y las madrugadas.

De recordar que mi living sin techo, mi casa sin puertas y hoy solo con ventanas, los cuartos sin hijos, las calles sin gente, los hospitales llenos, el mundo, este mundo nuevo, sigue siendo nuestra casa, nuestra únca casa.

lunes, 17 de febrero de 2020

Belleza


Quizás lo que llamamos belleza
 no sea más que esta fugaz presencia,
este encuentro breve,
los días de febrero.
Quizás la belleza sea el abrazo,
el reconocer su olor
y el tiempo que pasa veloz
en un café, en un cine,
entre callecitas de ciudades
que ni de ellos ni nuestras son. 
El gusto por las comidas y los libros.
Las risas y los malos entendidos.
Quizás la belleza sea persistir en la memoria de la raíz, 
en los recuerdos,
En el diamante del amor,
escondido en un carbón.
Quizás sea el halo que quede en el aire, la mirada,
el toque cariñoso en la espalda,
Perdurar cuando ya no perduremos,
quedar en las estrellas de cualquier cielo,
y en los sueños.

viernes, 3 de enero de 2020

Estacion de tren

Escribir es ir a una estación de trenes, cualquiera,
sin esperar a nadie, sin leer en las pantallas el origen ni el destino.
Acercarse al andén y ver bajar a la gente y ver.
Ver sin mirar. Hasta que algo se desprenda del resto,
algo que nos resulte propio, nuestro.
Hasta que una mirada o un objeto o una acción,
nos llame directamente.
Cómo saber lo que buscamos
si solo podemos reconocerlo en el encuentro?
Solo estando ahí, presentándonos a la cita. 
El escribir ( no la escritura) es la estación de tren.
Esa estación, con nosotros ahí,
en el momento en el que el tren llega,
la gente se pone de pie y se abren las puertas.
E. Almeida


En días así
grises, como hoy, 
se abren las puertas y 
la página por delante también parece gris.
Nada resalta demasiado
una nube opaca, de principio a fin.
Todo se confunde con ¨pasar¨
si paso apuradamente
si miro sin mirar.

En días así necesito detenerme
para nombrar, para ver.
Distinguir colores
inventar los mios.

A la mañana hacer foco, escuchar.
Eso siempre trae lo nuevo,
el color siempre sorprendente
de la posibilidad.
Al mediodía atender a G.
Me tengo que esmerar.
Encarar su tedio,
apersonarnos juntas, de lleno
en la estación de tren que es su vida
esperar a que se abran las puertas,
ver lo que hay.
Acompañar
La tarde amplia, libre, abierta
Qué hacer con ella?
Leer, preparar, buscar los apuntes.
Como ir cortando pedacitos chiquitos de pan
para ofrecer pequeños bocados
que sean fáciles de digerir, de masticar.
Dar la mano, tener paciencia
invitar a pequeños pasos
recordar cómo fue para mi,
y lo placentero que puede ser hacerlo así.

Saber que hoy es ésto.
mañana un paso nuevo. 
Pasado un paso más.
y cuando te querés acordar
 ya no tenés que pensarlo tanto
ni seguir a rajatabla esas reglas
.que al principio te fueron guiando

estás caminando,
estás escribiendo
estás aprendiendo a vivir.