Donde expira un pensamiento hay una idea.
En el último suspiro de alegría, otra alegría.
En la punta de la espada, la magia.
Es ahi donde voy
Clarice Lispector
Canela, Jazmín, café recién molido, manta de lana, piso de madera, toalla calentita, limonada con menta y jenjibre, chocotorta, salsa blanca con nuez moscada, sirena de ambulancia, palomas en el techo de chapa, crujir de las hojas en otoño, lago turquesa, zapatos, mesa ratona....
Puedo oler el miedo en las noches de viento, los fantasmas en las ventanas.
El miedo de todas las noches, la oscuridad en esos árboles.
La humedad fría de los cuartos, los eskabes apagados, los pisos de cerámica,
el aire helado, los pasillos largos, el ruido de los botines, el palo.
A veces, el olor del fuego en la chimenea de ese living con desniveles.
Las cocretas de Malele. Su risa contagiosa cuando se le caían los dientes.
Jazmines? Seguramente. Hoy no los recuerdo pero imagino que habría
en los floreros que hoy son míos. A mamá le encantaban.
Soy del departamento a una cuadra del rio, el olor a comidas del mundo
en los ascensores, el piso de plástico. La mesa de picnic, la tela que usábamos para
cubrir esa caja que hacía de mesa de luz improvisada.
Una tela que a todos les parecía fea, pero había sido barata y era suave
Creo que todavía guardo algún retazo.
Soy de las ensaladeras celestes, heredadas de Carola y Pablo, como el sillón
en el que nos hundíamos y del que hoy en dia no podriamos levantarnos,
que hacía de cama para los viajeros invitados,
la cama ruidosa que revendimos rápido, el baño sin bidet, los cuadros sin marco.
La felicidad de esos años.
Soy de las vacaciones en la Lorenave, del mate a la mañana
con la bruma sobre algún lago, envuelta en la bolsa de dormir
De los guisos preparados por Juampi con lo que ¨haiga¨ a mano,
Del café con chocolate y un libro. Las bananas, las nueces, otra vez el mate.
La ropa ahumada, el shampoo y la crema de enjuague
Las frutigran, la cebolla, algún que otro pedacito de carne.
Soy de Laureles y las palomas en el techo de chapa, las cotorras en los eucaliptus de aquella esquina, y a lo lejos, la panamericana. Los ladridos de Pancha cada vez que llega alguien. Las risas, las peleas, las discusiones acaloradas en la mesa, ya lejanas. Las canciones en las guitarras, los bailes frente a la ventana, el maquillaje, los disfraces. La música, el viento en las hojas, los pasos con zapatos demasiado temprano en las mañanas. Los podcasts de hoy en la cocina, mientras preparo algo de comer para los que quedamos en casa.
Soy de ésta casa, de árboles plantados para disfrutar de su sombra. Arboles de hojas rojas, de flores violetas el jacarandá y rosadas la acacia. Soy de esta casa de paredes amarillas que fué creciendo con los años, cambiando su fisonomía, que se fué cubriendo de un manto de hojas coloradas. Que en otoño se queda desnuda, pelada. La de la leña en el fondo, la huerta, abandonada, rescatada.
La del rejunte de muebles de otras vidas, otras gentes, otras casas.
Soy la que fué, que es, y la que será.
Soy una linea de tiempo en el tiempo abierta al próximo tiempo
abierta a lo que vendrá.
abierta a lo que vendrá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario