¨El mundo gira, su corazón nunca está quieto. Lo que yo puedo hacer es escuchar su pulso, vivir mi vida, inhalar, exhalar.¨
K Kenison
Esta fué una semana de ¨temas médicos¨ en la familia. Semana de visitar sanatorios, de estar atenta a los mensajitos que iban y venían en el teléfono. Semana de preocuparnos, asustarnos, y estar a la espera de noticias.
Hoy a la mañana, borrando mensajes y viendo las fotos de mi teléfono, casi sin proponérmelo, estaba recorriendo mi semana, dándome cuenta de que estos días también habían sido días llenos de pequeños momentos de alegría.
El momento privilegiado de acompañar a una amiga que está pasando un momento triste, la posibilidad de ir a estar un rato con un familiar que está enfermo, la espera en un sanatorio que me regaló un lindo rato de charla con una cuñada, la oportunidad de disfrutar de un precioso taller de danza en una noche lluviosa, el regalo de una linda caminata con mi amiga en una mañana de sol después de tanta lluvia.
En medio de estos días, también estrené divertida mi nuevo pijama para paliar el frio de mi cuarto helado
Descubrí a una de mis hijas pintando con tiza uno de sus diseños en la pared del cuarto de su hermana para darle una sorpresa
Y vi a mi hijo mayor cocinar su primera torta ( habiendo previamente averiguado con la rama femenina de la familia qué significaba enmantecar y enharinar un molde!), con empeño y determinación
Pequeños detalles de mi vida que puedo elegir notar, registrar y no pasar por alto. Pequeños detalles que me ayudan a transitar lo triste, lo que me asusta. Pequeños detalles que son parte importantísima de esta trama de la vida, que se va tejiendo con tantos hilos de todos los colores.
Ando en estos días pues tratando de seguir estas instrucciones para la vida que nos dejó Mary Oliver:
Pay attention.
Be astonished.
Tell about it.
Prestá atención.
Asombrate.
Contalo.
Quizás a vos también te sirvan.
Buen domingo!
Flor
Frente a un rancho que tengo..., pongo éstos versos colgados en un alambre. Es a ver si pasa algún caminante, y al verlos como ropa al viento... puede que salude agitando una mano como si hubiera encontrado algo suyo. ...y diga: Si, ahi está colgado lo mismo que yo quería decir. Palabras tendidas, Jorge Escudero
sábado, 24 de mayo de 2014
jueves, 22 de mayo de 2014
Un tiempo para pausar
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol, un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar y un tiempo para curar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse; un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz. Eclesiastés, 3
Hoy agradezco que haya un tiempo para cada cosa bajo el sol.
Un tiempo para liderar, y un tiempo para seguir,
un tiempo para estar y un tiempo para retirarse,
un tiempo para saber en el cuerpo,
y un tiempo para saber con palabras,
un tiempo para hacer y un tiempo para esperar,
un tiempo para estar en movimiento
y un tiempo para pausar.
Y en la pausa que es quietud y es presencia,
que es escucha y es mirada,
que es recibimiento y compañía,
disponibilidad,
proceso, despliegue;
seguir creciendo.
jueves, 15 de mayo de 2014
Pequeño homenaje
Con cada ¨papá bueno¨ que se va, un pedacito de mi infancia se va también.
Un pedacito se va y a la vez se queda para siempre en el recuerdo.
Vuelve a mi algo que quedó congelado en el tiempo y en las fotos.
Vuelve para que pueda reconocerme y dar gracias.
Y sucede otra transformación, una más.
Transformación en mi, que recibo y acompaño.
Transformación del mundo, de las calles, que no serán las mismas.
Hay alguien que ya no está. Todos hemos crecido.
Transformación en el que se va, pasaje que no alcanzo a abarcar ni a comprender.
Transformación última, destino incierto.
Cuerpo que no está,
y alma?, dónde?, cómo...?
Tramo del camino ante el que me quedo sin palabras, sin certezas.
Ante mi otra vez esa montaña, inescalable, verdadera, inevitable.
Ante mi el no poder ver qué hay del otro lado, y querer creer.
Ante mí otra vez el desafío de habitar la incertidumbre y el gran misterio.
Y escucho sin cesar en estos días esta canción de Jorge Drexler, que me envuelve y me acompaña,
que no habla de la muerte sino de un gran amor, delicado, inquebrantable.
Ese que creo que sobrevive y sobrevivirá a todas las muertes.
Ese que es la gran transformación de la que somos capaces en esta vida larga y corta.
Ese que como escuché recién, es un misterio, y se aprende a construir a cada rato.
Ese que queda flotando en el aire....huella, marca, legado.
jueves, 8 de mayo de 2014
Procesos
Me levanto temprano. Todavía es de noche. Me siento en el sillón del living, frente a la ventana. Prendo la velita.
Reina aún la oscuridad. Tengo mi cuaderno en la falda. No prendo ninguna luz.
Sin proponérmelo muy concientemente, espero que la luz vaya llegando.
Solo me quedo ahi, estando, mirando por la ventana, pero sin forzar la vista.
Casi sin darme cuenta, llega un poco de claridad. Comienzan a delinearse algunas formas, conocidas, queridas, otras nuevas, o no antes descubiertas. El fresno con sus hojas amarillas desparramadas en el suelo. La mesa de madera, hecha por marido hace tantos años, resistente al paso de los años, las lluvias, el sol. Esas raras flores coloraditas que cada tanto emergen entre las plantas del cerco del vecino de atrás. Las ramas del sauce que se mecen con el viento suave de la mañana, la cama elástica, los sifones azules que todavía no encuentran su lugar definitivo.
Lo que era una oscura masa informe se va transformando, casi imperceptiblemente, ( pero solo casi), en un jardín, rico, complejo, diverso, con seres que lo habitan y le dan su fisonomía particular.
Mi jardín, único, distinto de todos los otros. Jardín que está vivo, en movimiento. Jardín que atraviesa noches y días, estaciones y ciclos.
Me quedo quieta un ratito en la oscuridad y de a poco va llegando la luz. Y veo más, y veo mejor.
La Noche es parte. La claridad es parte.
Y yo puedo vivir todo, dejando que cada parte, cada tramo, cada ciclo, sea lo que es.
Reina aún la oscuridad. Tengo mi cuaderno en la falda. No prendo ninguna luz.
Sin proponérmelo muy concientemente, espero que la luz vaya llegando.
Solo me quedo ahi, estando, mirando por la ventana, pero sin forzar la vista.
Casi sin darme cuenta, llega un poco de claridad. Comienzan a delinearse algunas formas, conocidas, queridas, otras nuevas, o no antes descubiertas. El fresno con sus hojas amarillas desparramadas en el suelo. La mesa de madera, hecha por marido hace tantos años, resistente al paso de los años, las lluvias, el sol. Esas raras flores coloraditas que cada tanto emergen entre las plantas del cerco del vecino de atrás. Las ramas del sauce que se mecen con el viento suave de la mañana, la cama elástica, los sifones azules que todavía no encuentran su lugar definitivo.
Lo que era una oscura masa informe se va transformando, casi imperceptiblemente, ( pero solo casi), en un jardín, rico, complejo, diverso, con seres que lo habitan y le dan su fisonomía particular.
Mi jardín, único, distinto de todos los otros. Jardín que está vivo, en movimiento. Jardín que atraviesa noches y días, estaciones y ciclos.
Me quedo quieta un ratito en la oscuridad y de a poco va llegando la luz. Y veo más, y veo mejor.
La Noche es parte. La claridad es parte.
Y yo puedo vivir todo, dejando que cada parte, cada tramo, cada ciclo, sea lo que es.
lunes, 5 de mayo de 2014
Aprendizajes
¿Si hoy el niño que alguna vez fuimos nos preguntara qué es lo más
importante que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida, qué le
responderíamos y qué descubriríamos de nosotros mismos? R. Bach
Una querida amiga ( gracias Lolita), me mandó esta pregunta que aproveché en los días previos a cumplir años, como una oportunidad. Oportunidad de hacer un poco de historia y repasar el recorrido de mi vida de una manera que se me antojó esperanzadora y compasiva. Mirando para atrás en clave de aprendizajes, algunos logrados, otros todavía en proceso.
Mirar el recorrido rescatando y celebrando.
Acá les comparto algunos de mis aprendizajes. Invito al que tenga ganas, a compartir los suyos en los comentarios. Ojalá se animen, está bueno el ejercicio.
¿Qué aprendí?
Pila de cosas. Algunas me costaron sangre, sudor, enojos, tiempo, muchas lágrimas ( y unos cuantos años de terapia). Otras las voy aprendiendo con un poco más de suavidad. Todo valió y vale con creces la pena. Aprender, moverme, crecer, integrarme.
De las más importantes, creo: aprendí que soy querible y valiosa, lo que me ayudó mucho a aprender a querer mejor. Eso todavía lo sigo aprendiendo, y agradezco cada día tener una nueva oportunidad de reparar y de pulir mi amor.
Aprendí a escucharme, a cuidarme y respetarme, a conocerme y validar mis maneras y mis tiempos.
Aprendí a no tener tanto miedo, ni vergüenza. Aprendí a animarme, y ¡cuánto disfruto la vida animándome!
Aprendí que siempre puedo aprender, y que la vida es apasionante vivida en clave de aprendizaje.
Aprendí que puedo reconciliarme, que puedo cambiar, que puedo crecer siempre.
Aprendí que la llave de la celda la tengo yo, y puedo salir cuando quiera.
Aprendí a transitar mis estados de ánimo haciendome compañia y aprendiendo de cada uno.
Aprendí a comprender-me y perdonar-me, y eso me ayuda a comprender y perdonar.
Aprendí a confiar.
Aprendí que no se puede controlar todo, que no se puede ganar siempre,
que no puedo obligar a nadie a elegirme, que la vida no siempre es justa, ni se ajusta a mi plan.
Aprendí a no hacer tanta fuerza, a no esperar demasiado de mi, ni de nadie.
Aprendí a bienvenir lo que los otros tienen para dar, aunque no siempre sea lo que yo tengo en mente.
Aprendí a no pretender que las cosas sean siempre como yo quiero. Y aprendi que si hay algo que con fuerza no quiero, puedo libremente retirarme.
Aprendí a recibir.
Aprendí a dar, desde un lugar genuino de abundancia, y no desde el miedo.
Aprendí que no puedo hacer feliz a todo el mundo, ni caerle bien a todo el mundo.
Aprendí que no puedo, ni debo, forzar el crecimiento de nadie, y que solo puedo hacerme cargo del mío.
Aprendí a ser yo misma, y aprendí que eso, es suficiente.
Aprendí a callarme a veces, más de las que me callaba antes.
Aprendí, y sigo aprendiendo, a elegir mis batallas.
Aprendí que está bien que para mi lo sagrado esté en lo ordinario,
en la naturaleza, en mis amores.
Aprendí a despedirme, y a aprovechar lo que hay.
Aprendí a ver el vaso medio lleno y aprendí a agradecer.
¿Vos, qué aprendiste?
Una querida amiga ( gracias Lolita), me mandó esta pregunta que aproveché en los días previos a cumplir años, como una oportunidad. Oportunidad de hacer un poco de historia y repasar el recorrido de mi vida de una manera que se me antojó esperanzadora y compasiva. Mirando para atrás en clave de aprendizajes, algunos logrados, otros todavía en proceso.
Mirar el recorrido rescatando y celebrando.
Acá les comparto algunos de mis aprendizajes. Invito al que tenga ganas, a compartir los suyos en los comentarios. Ojalá se animen, está bueno el ejercicio.
¿Qué aprendí?
Pila de cosas. Algunas me costaron sangre, sudor, enojos, tiempo, muchas lágrimas ( y unos cuantos años de terapia). Otras las voy aprendiendo con un poco más de suavidad. Todo valió y vale con creces la pena. Aprender, moverme, crecer, integrarme.
De las más importantes, creo: aprendí que soy querible y valiosa, lo que me ayudó mucho a aprender a querer mejor. Eso todavía lo sigo aprendiendo, y agradezco cada día tener una nueva oportunidad de reparar y de pulir mi amor.
Aprendí a escucharme, a cuidarme y respetarme, a conocerme y validar mis maneras y mis tiempos.
Aprendí a no tener tanto miedo, ni vergüenza. Aprendí a animarme, y ¡cuánto disfruto la vida animándome!
Aprendí que siempre puedo aprender, y que la vida es apasionante vivida en clave de aprendizaje.
Aprendí que puedo reconciliarme, que puedo cambiar, que puedo crecer siempre.
Aprendí que la llave de la celda la tengo yo, y puedo salir cuando quiera.
Aprendí a transitar mis estados de ánimo haciendome compañia y aprendiendo de cada uno.
Aprendí a comprender-me y perdonar-me, y eso me ayuda a comprender y perdonar.
Aprendí a confiar.
Aprendí que no se puede controlar todo, que no se puede ganar siempre,
que no puedo obligar a nadie a elegirme, que la vida no siempre es justa, ni se ajusta a mi plan.
Aprendí a no hacer tanta fuerza, a no esperar demasiado de mi, ni de nadie.
Aprendí a bienvenir lo que los otros tienen para dar, aunque no siempre sea lo que yo tengo en mente.
Aprendí a no pretender que las cosas sean siempre como yo quiero. Y aprendi que si hay algo que con fuerza no quiero, puedo libremente retirarme.
Aprendí a recibir.
Aprendí a dar, desde un lugar genuino de abundancia, y no desde el miedo.
Aprendí que no puedo hacer feliz a todo el mundo, ni caerle bien a todo el mundo.
Aprendí que no puedo, ni debo, forzar el crecimiento de nadie, y que solo puedo hacerme cargo del mío.
Aprendí a ser yo misma, y aprendí que eso, es suficiente.
Aprendí a callarme a veces, más de las que me callaba antes.
Aprendí, y sigo aprendiendo, a elegir mis batallas.
Aprendí que está bien que para mi lo sagrado esté en lo ordinario,
en la naturaleza, en mis amores.
Aprendí a despedirme, y a aprovechar lo que hay.
Aprendí a ver el vaso medio lleno y aprendí a agradecer.
¿Vos, qué aprendiste?
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