Habiendo bebido mares enteros, nos asombra que nuestros labios todavía estén secos como las playas, y siempre buscamos el mar para mojarlos sin ver que nuestros labios son las playas, y que nosotros somos el mar
Attâr
Ayer, otro viernes de taller.
En el que un poquito más, avanzo en el entender por qué hago lo que hago.
Creo y sostengo espacios en los que acompaño a otros a recordar que son presencia amorosa.
Que son el mar.
Lo hago porque me apasiona y porque creo que me sale bastante bien.
Y lo hago porque yo también necesito seguir recordándolo.
Porque es hoy uno de los aprendizajes más importantes de mi vida.
En este ir y venir incesante de los días, cada tanto me distraigo y dejo de apersonarme ante mi misma, y quedan en mi, voces sin escuchar, olvidadas, abandonadas.
Voces que necesitan mi presencia, mi atención, mi abrazo.
Voces que ante ciertas situaciones externas, levantan la mano y piden la palabra, a veces tan tímidamente que si estoy un poco distraída o desprevenida, no alcanzo a oír, y entonces a su modo, gritan, y me dan una nueva oportunidad.
Y lo hacen porque saben que a pesar de que a veces paso apurada y sin registrar,
pueden contar conmigo.
Porque está en mi, ser esencialmente, presencia amorosa.
Soy esa chispa, esa posibilidad.
Soy ese océano amplio, espacioso, quieto, profundo, que puede dar la bienvenida a olas viejas y olas nuevas que vienen y van.
Es lo que soy.
Es lo que sos.
Es lo que somos.
Lo se
y por eso sigo invitando a que lo recordemos juntos.
y por eso sigo invitando a que lo recordemos juntos.
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