Un preso, después de muchos años de encierro, un día decidió escapar. Se dirigió a la puerta de la celda, y para su sorpresa, descubrió que la puerta estaba abierta.
Siempre había estado abierta.
Anónimo
No tenés que ser un ángel,
podés sentir el miedo,
la frustración, la enorme pena,
la rabia.
Podés contarlo.
Y
siempre
podés elegir el amor,
El que podés dar
y el que también podés permitirte recibir.
No el perfecto, ese no existe (creo).
El amor posible
el que trastabilla,
el torpe, el atolondrado,
el vago,
el que cada tanto se duerme,
el que sin querer chinga,
se duele,
se arrepiente y repara
o al menos intenta.
Ese amor que quizás
con algunas montañas no pueda,
pero seguro alcance
para mover unas cuantas.
La puerta está abierta.
Siempre estuvo abierta.
Es cuestión de avivarse,
animarse,
animarse,
y empezar a salir,
o a entrar,
y ser libre,
una, otra vez,
cada vez.
La puerta siempre está abierta... certeza muchas veces olvidada, gracias por hacerla volver a pasar por el corazón.
ResponderEliminarun abrazo Sebas! Gracias por pasar
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