La vida está para ser vivida.
No para ser analizada hasta la muerte
Siéntela.
Siente todas las energías que quieren ser reconocidas.
Energías que han estado esperando demasiado tiempo,
tu amorosa atención,
y tu tierno abrazo
Jeff Foster
En los talleres
hacemos una pausa, nos traemos con suavidad de vuelta a casa,
nos encontramos,
porque queremos aprender de la experiencia
de la nuestra, la propia, la presente,
la que tiene, en cada momento,
la información que necesitamos,
las respuestas a muchas de las inquietudes e interrogantes que nos va planteando el vivir.
Nos encontramos para practicar una forma de vincularnos con los estímulos que vienen del entorno, con todo lo que es en nosotros, y con otros que caminan con nosotros,
de una manera amorosa, paciente, curiosa, abierta.
Volvemos a esa posibilidad de ser presentes, volviendo al cuerpo que huele, escucha, ve, toca, respira, siente en quietud y también en movimiento.
Volvemos a esa presencia que somos: Descanso, receptividad y aceptación de la vida tal como es, con sus limitaciones, con sus imperfecciones, con sus posibles despliegues y transformaciones.
Desde esa presencia nos compartimos.
Nos regalamos y recibimos de otros, escucha abierta, atenta, curiosa.
Hacemos la experiencia chiquita, enorme y a mano, del amor que recibe y se sabe recibido con luces y sombras, con despliegues y limitaciones.
Y celebramos, porque podemos ser ese amor que va sanando lo que está lastimado, necesitado, y también podemos ser esa mirada que sabe reconocer y disfrutar lo mucho que está bien,
el crecimiento que sucedió o está sucediendo,
lo que si hubo y si hay, en cada una, en el entorno, en la vida que ya tenemos.
Celebramos que hay espacios para encontrar almas afines y compartir el camino de crecer.
Y nos vamos a las vacaciones con el compromiso y el deseo de volvernos a encontrar
Que así sea.
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