¨Hacete amigo de la confusión, no te dejes engañar por su apariencia caótica...La confusión es una señal de que tu alma está en transformación...Dale la bienvenida como a un amigo que ha venido desde muy lejos a traerte a casa¨.
Jeff Brown
Confiar es lo que hace falta.
Confiar y animarse a estar con aquello que se presenta confuso, sin una forma definida ni definitiva.
Para dejar que vaya tomando una forma, su forma, ante la cual podamos asombrarnos, aprender y celebrar.
Para muchos, confiar no es un camino que transitamos de taquito.
Es un aprendizaje. Una senda nueva en tierra virgen.
Algunos aprendimos tempranamente a huir en vez de quedarnos, a anestesiarnos, en vez de permanecer sintiendo, a distraernos en vez de hacer foco, a pasar rápido, apurados, intentando controlar lo incontrolable, en vez de pasar despacio, aprendiendo de la experiencia, a abandonarnos en lugar de atendernos, a llenarnos de cosas que no saciaban nuestros hambres, en lugar de escucharnos para nutrirnos, a exigirnos resultados en vez de mirar la vida en clave de procesos en los que podemos confiar.
Creo que es buena noticia saber que hay otros caminos.
Que se puede aprender una nueva manera de mirar, de atender, de transitar.
Una de las escuelas privilegiadas en la que yo practico y aprendo la confianza es en los talleres que coordino año a año.
Para cada encuentro, dedico un tiempo, registro inspiraciones, busco recursos, trabajo. Planifico, pruebo cosas en mi misma, me preparo y preparo.
Llego al encuentro con el grupo, y siempre, o casi, puedo escuchar en mi algo que teme que no salga bueno. Algo que ante la incertidumbre ( no podemos saber de antemano qué forma tomarán las cosas), todavía un poco se inclina hacia la huella conocida del temor y la desconfianza.
Temor a que lo que tengo para dar no alcance, a que la interacción entre lo que propongo y lo que el grupo trae no produzca ningún movimiento significativo. Temor a que no sea suficiente.
En ese momento, el riesgo, si no me doy cuenta de todo eso que en mi se está gestando, es tomar la huella conocida, exigirme prematuramente resultados, olvidar que el avance de la vida requiere pausa, atención, amorosidad, paciencia, foco, tiempo. El riesgo es apurarme, perder contacto, e intentar controlar lo incontrolable, el flujo de la vida que puja y a su tiempo, si la facilito, la acompaño, la espero, nace.
En los talleres, la vida me muestra una y otra vez, que si yo pongo lo que tengo, lo que soy, mis conocimientos, mi atención respetuosa, mi paciencia y mi amor ( imperfecto), al servicio del encuentro que está sucediendo en cada momento, lo que empezó como algo incierto, se va desplegando, tomando una forma impensada, sorprendente, asombrosa, ante la cual, cada vez, sin excepción, me conmuevo y aprendo.
Los talleres me recuerdan y me enseñan, una y otra vez, que vale la pena confiar en la vida y sus procesos sabios, que si le damos tiempo, avanza siempre en el sentido del crecimiento.
Y por ser ese ámbito sagrado de aprendizaje, tanto los valoro y agradezco.
Qué buen recoedatorio! Inspiración para confiar. Valiosísimo. Gracias Flor
ResponderEliminarun abrazo Maca, lo escribo porque yo también necesito recordarlo! Una y otra vez!! Beso grande
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