lunes, 15 de febrero de 2016

No hay más tiempo


El ruido se acalla en el silencio de la escucha amorosa

Our Quiet Work in the World

Snow-row
Suppose we did our work
Like the snow, quietly, quietly,
Leaving nothing out.
–Wendell Berry
When a new friend asked, “What is your work in the world?”, I saw how I jump to deem what I do insignificant.
Conozco ese péndulo: de un lado, el creer que mi trabajo es insignificante. Hay ¨Teresas de Calculta¨ por todos lados, cuyo trabajo tiene un impacto que el mío ni sueña con poder tener...
But what does that say of the kids in my care, the clients I serve, the woman who let me hold her arthritic hands as she stepped across the ice? What does it say about my teachers, parents, friends, and the people on hospice who invite me to visit? What does it say of the madly swirling snowflakes glinting sunlight over the empty bike path I walk, the lone crow atop a bare maple, cawing in my core?
y del otro lado, la crianza de mis hijos, los pacientes que acompaño, los talleres, mi paso por el trabajo voluntario, los parientes, el cuidado de mi casa y  lo doméstico, mi escritura...eso que hago y que aunque pequeño, quiero creer tiene su impacto de cierta significancia...
What it says is what I’m no longer willing to say, so I got quiet and listened. All the good work I see in the world emerges quietly, free of the me-me-me rattle. Not a matter of withholding or hiding, quiet is the tranquil ground of selfless love in action.
La otra noche, sentados a una mesa multitudinaria, los chicos, frente a nuestros amigos, alabaron las dotes culinarias de su papá ( mi marido) que según ellos, habia hecho la riquísima comida de la noche anterior. Ni lerda ni perezoza, salté a la defensa de todo lo que yo ( yo-yo) había colaborado para que esa comida saliera buena. Detallé el número de verduras que diligentemente había lavado y picado, las cacerolas de agua que había puesto a hervir, y bla bla bla...
En la quietud de la noche, esa defensa de ¨mi aporte¨ quedó flotando en mi aire, como un ruido sordo que estaba ahi esperándome despierto  cuando me levanté tempranito al día siguiente.
Y como la vida es generosa maestra me encontré en mis mails con este artículo, que con su invitación al silencio y a la escucha, vino a re ordenar y despejar, lúcida y amorosamente esos ruidos que no quiero ¨me tomen¨ más.
Two weeks ago, in a ceremony with my zen teacher I publicly vowed to stop breeding greed, anger, and ignorance. To me this means repeatedly refraining from the noise of judging and lying, blaming and begrudging.
To be of service, I’ll need to be quiet.
Las palabras de Lailah Shima, con sus citas de Wendell Berry, me recordaron la palabra y la acción de la escucha que hace días me ronda, apareciéndose en algún artículo que leo, video que miro, o post que escribo.
Days after taking Jukai vows, I got a call from someone whose powerfully quiet work has tremendously impacted my life. Joe, my philosophy professor 25 years ago and dear friend ever since, is a congenial man with kind, blue eyes and white hair flowing like snow. A lifelong social activist, he’s a true mensch, humbly living his fierce commitment to peace and justice. He’s forthright and spare, his quiet that of unconditional compassion and undying dedication. His affable warmth, uncluttered by greed or judgment, welcomes everyone in, and his energy to help wherever needed has seemed limitless.
While I lived in Baltimore, Joe took me on hikes and to the symphony, to war protests and gatherings with his friends . And, once, to a small-town cemetery, where he tenderly brushed dust from the lamb carved on his son’s gravestone. In the ease of his company, I began to inhabit my life and walk my path.
Never preaching, he still teaches me through his living. In the past few years, though, I’ve let my noisy mind dampen our friendship, judging myself when he visits my banal, urban-mom existence. On the phone, that day, hearing the stripped-bare quiver in his voice, I finally set all that down.
There’s no more time for anything but love.
No hay más tiempo. Me dicen sus palabras.
No hay más tiempo, escucho. 
Para nada que no sea el amor.
No hay tiempo ya de quedarme enmarañada eternamente en la sensación de qué injusto es que marido se lleve todo el crédito por cosas que hicimos juntos. No hay tiempo para quedarme atascada en obsesivas preocupaciones por mis hijos. No hay más tiempo para hundirme indefinidamente en las pesadumbres que me acechan cuando los veo o nos veo derrapar. No hay más tiempo para estar tomada por juicios y prejuicios.
No hay más tiempo para que todos esos ruidos que entorpecen la libre circulación de la corriente amorosa que mi corazón profundamente anhela, sigan allí eternamente.
As he described his prognosis and treatment, he didn’t dwell on any suffering. Facing death, he’s full of life. Buoyed by friends and family, by his writing and what he generously gives away, he gently glows with gratitude. The peace in his core, silent as snow, calls pointedly, Listen. Your work in the world is loving the world. Quietly, quietly, leaving nothingout. Listen.
Y entonces, en esa mañana, después de una noche ¨ruidosa¨, se que es el tiempo de callar. De hacer una pausa para escuchar.  Y escuchando experimentar cómo los ruidos se van acallando, los canales se van liberando, y la música que siempre estuvo de fondo vuelve a sonar fuerte y clara.
Es tiempo de escuchar y recordar que yo también quiero que mi amor sea como la nieve, que cae quietamente, ¨leaving nothing out¨.
Recordar que es el tiempo del amor, quieto y silencioso.
Although the wind
blows terribly here,
the moonlight also leaks
between the roof planks
of this ruined house.
–Izumi Shikibu
translated by Jane Hirshfield and Mariko Aratani

2 comentarios:

  1. Gracias Flor por esta invitacion y por estar tan en sintonia con lo que vivimos a diario, sobre todo en mi, la poca valoracion de lo que hago o no hago.

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  2. Gracias Flor x este ratito de escucharte y mirarme un poco ❤

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