sábado, 9 de marzo de 2013

Recorridos

Hay recorridos que en el avance, ensanchan lo caminado, y lo por caminar.
Que vale la pena transitar, a pesar de la incomodidad y el vértigo.
Que abren cielos, nubes, mundos y nos acercan la posibilidad de nuevos e infinitos horizontes.

Aquellos que intuíamos, aquellos que vislumbrábamos.
Que no dejan el mundo de atrás abolido y sin sentido, sino que lo integran, y lo dejan ser parte,
historia, ingrediente esencial, sostén, peldaño.

Quién mejor que Cortázar, para contárnoslo, con un pedacito de las

Instrucciones para subir una escalera al revés. 
Si tienen un rato, regálense el audio con la voz del mismísimo ( abajo el link que hay que copiar y pegar), sino, lo leen acá, y lo disfrutan igual.
http://www.escribirte.com.ar/audio/17/julio-cortazar-instrucciones-para-subir-una-escalera-al-reves.htm

En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme, se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás. Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán, sin excesivo esfuerzo, que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior. Vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que, si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio, bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín, salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la Turca, estalle en los álamos del cementerio y, con un poco de suerte, llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo? ¿Y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás...

Julio Cortázar





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