lunes, 9 de septiembre de 2013

Cinco

¨Creo que no se escribe para decir algo que de antemano se sabe, sino para llegar a saber qué se quiere decir, y para verificar hasta dónde ese querer decir logra encarnarse en lo que efectivamente se dice. La obra, nos informa en el doble sentido de que nos cuenta y nos constituye. Se pasa a ser lo que se ha dicho y se pasa a ser porque se ha dicho. La alegría de la creación es este júbilo genesíaco que resulta de haber pasado de ser un bullicio interno sin sujeto evidente, a ser un sujerto evidente, además de un bullicio interno¨
S. Kovadloff, El arte de escribir

Hoy la consigna era la palabra ¨cinco¨. La anoté dudando y pensando ¿qué se podrá escribir con un número?
Y entonces dejé que las palabras se fueran diciendo, dejé que ellas me fueran sorprendiendo. Y pasó algo que pasa muchas veces. Me acerco al papel sin una idea pre concebida y las palabras y las ideas, como un ovillo que lentamente se va desovillando, van diciendo lo que en mi, sin darme cuenta, se estaba escribiendo.


Cinco por uno cinco, cinco por cinco veinticinco. Veinticinco los años que tenía cuando nació mi primer hijo.
Años lindos, llenos de inexperiencia. Tiempos de navegación en un mar de inseguridades, escondidas tras fachadas de certidumbres. Inventando maneras, dibujando senderos en tierras desconocidas, buscando huellas. Por momentos sintiéndome tan sola y asustada, por momentos creyéndome invencible, sintiendo que la determinación me guiaba.
Lo emponchaba de pies a cabeza y salíamos a las heladas calles de esa ciudad que por un tiempo nos había adoptado, y los cachetes se le ponían coloraditos de frío, mientras sonreía, acompañaba, y todo lo miraba. A la vuelta de los paseos, con su jardinerito de lana suave y resbalosa tejido por la abuela, enviado en encomienda, feliz, se echaba de panza a patinar en el piso de goma de nuestro departamento de estudiantes, cobijado en nuestras risas, miradas y canciones.
Veinticinco tenía cuando fuí madre por primera vez y sigo teniendo que aprender a serlo, cada día.
Hoy tengo menos inseguridades, las que quedan, no necesito esconderlas tras ninguna fachada. Son mías, son parte, me hacen quien soy, de alguna manera, las quiero.
Tengo pocas certezas, ya no me siento sola, y menos me creo invencible.
Mucho ha cambiado. Mucho he cambiado.
Mi hijo está por cumplir veinte años. El tiempo no ha pasado en vano.





8 comentarios:

  1. El blog letras de plata ha nominado a este para el premio Liebster Award. No veo ora forma de comunicarlo. Si te interesa visita este enlace: http://letras-de-plata.blogspot.com.es/2013/09/hace-pocos-dias-recibi-una-gratisima.html

    ResponderEliminar
  2. Que lindo Flor, 25 años tenía cuando me casé y si miro para atrás cuanto camino recorrido, cuanto lindo, cuanto difícil a veces, pero cuanto aprendido. Tres hijas, esta familia que adoro, mi hogar, esta que soy, mamá, mujer, amiga, yo.

    ResponderEliminar
  3. Qué lindo lo que decís y qué linda forma encontrás para decirlo, GRACIAS!!!!!!!!!
    Un beso enorme: MS

    ResponderEliminar
  4. Qué linda foto, Flor! Y no me refiero a la imagen. Tierno ...Lindísimo.

    Ahí va mi aporte ...

    Cinco minutos antes de los premios, todos son ganadores.
    Cinco minutos antes del fin, todo es llegar.
    Cinco minutos antes de la guerra, todavía tenemos la paz.
    Cinco minutos antes de la partida, todavía hay tiempo.
    Cinco minutos antes del "nunca", "no" y "jamás", todo es - - (durante esos cinco minutos): "todavía", "tal vez", "quizás".

    beso!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como se nota el oficio wacha!!! Gracias por todos tu aporte de cada semana! Besos!

      Eliminar