domingo, 28 de junio de 2015

El loco y la camisa

La verdad
¿Hay que decirla todo el tiempo? ¿O hay momentos en los que conviene callarla?
¿Quién es el ¨loco¨ de la familia? ¿El que la ve? ¿el que la dice? ¿el que la ve y no la dice?
¿el que no la ve? ¿el que la ve a medias y está aterrado de terminar de verla? ¿el que la empieza a ver y sospecha a cuánto se renuncia, y cuánto importante se pierde por esconderla?
¿se pueden dejar partes de uno afuera y salir ileso?

Hace poco leí esta perlita que publicó mi amiga Maca, de Me Cago en la bohemia.

Una cosa es este teatro vivo, esa explosión en la cabeza, y otra cosa es ese otro que te permite ir a morfar al restaurante a 100 metros y que sobre la milanesa no sobrevuele la obra. Una obra buena es aquella que sobrevuela sobre la milanesa. Cuando estás morfando y la obra vuelve, y vuelve, es porque esa obra que era un pequeño diamante, algo valioso en lo que invertiste, ahora en tu cabeza se volvió una piedra de carbón, se volvió algo enorme, se volvió una montaña. Cuando incorporaste un diamante y arriba de la mesa tenés que hablar de Tinelli, estamos jodidos, pagaste los 350 mangos de entrada al pedo, es como el pescado que comés y nunca te mata el hambre.
Mauricio KARTÚN 



Anoche fuimos a ver El loco y la camisa, en el Picadero. Era una noche lluviosa en Buenos Aires.
No le tuvimos miedo, como dicen por ahí. La perspectiva de que una obra nos ¨volara¨ la cabeza y el corazón, pudo más que cualquier lluvita.

Después de una pasada veloz por una de esas librerías de usados de la calle Corrientes, nos adentramos en el pasaje Discépolo, con sus cuadraditos de luz en el piso, que fueron guiando nuestros pasos hasta ese teatro tan lindo que no conocíamos.
Rincón de nuestra ciudad linda. Tesoro al alcance de la mano.

La obra empieza despacito, una mujer ¨común¨,  planchando, tratando de hablar con su marido.
Va tomando ritmo y crece a cada paso de esos increíbles actores y de un guión que no tiene ni un centímetro de desperdicio.
Una familia. Sus luces, sus sombras. Sus miserias, sus mentiras. Sus tremendas verdades.
Una obra ( de arte), que me encontró al final, aplaudiendo de pie, con un nudo en la garganta, conmovida hasta las lágrimas. Gritando ¡Bravo!
Bravo al trabajo impecable de ese gran elenco, bravo al arte que tan bien sabe expresar lo humano, y que es capaz de tan lindamente tocarnos la vida, bravo a una gran historia, que quedó por supuesto, sobrevolando, como diría Kartún, la milanesa. En nuestro caso, se quedó sobrevolando la pizza con anchoas, volviendo una y otra vez en la charla en La Continental, y en la charla con nuestras hijas cuando llegamos a casa.
Y sigue presente en esta mañana lluviosa de domingo, irradiando  el interminable brillo que irradian los verdaderos diamantes.

Como piden al comenzar la obra: Si les gusta, recomiéndenla.
Creo que no necesito decir nada más.
No se la pierdan.


4 comentarios:

  1. La maravilla, el regalo del arte. Fuerza para seguir con la tarea del artistas, tan llena de olas
    abrazo Flor!

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    1. Tu arte también toca corazones Maquita! Y cuánto!! un abrazo

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    1. un placer! Ojalá muchos puedan disfrutarla. Vale la pena! ( y el esfuerzo que nos cuesta a veces a los del cono urbano ir al centro un sábado!)

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