lunes, 19 de marzo de 2018

Lo bello y lo triste


¨Ya estoy en lo de Tatu buscando la bici.
Me acuerdo patente de ese domingo a la noche con todas las primas, Nico, Andy.
Qué triste y qué bueno estuvo¨

Este mensaje me mandó mi hijo mayor esta mañana, 
desde la casa vacía de mi madre,
al cumplirse tres semanas de su partida.

Lo rescato y lo comparto por su sencilla y profunda sabiduría.

 Ese domingo a la noche es de los recuerdos más tristes de mi vida,
y paradójicamente, lo atesoraré y creo que como familia,
lo atesoraremos como de los más bellos y amorosos para siempre.

Triste y tan bueno:
Hacer camping todo el fin de semana cerca de su cama. Tirar colchones en su living, pedir pizzas y ensaladas, tirar almohadones al suelo, dormitar por turnos, un nieto, un yerno, una nuera, un hijo en cada rincón disponible de la casa. Salir al balcón a tomar un ratito de aire, preparar mates, encontrar fotos en placares, escuchar música, pensar juntos qué canción querríamos poner en su despedida, hacer guardias alrededor de su cama, acariciándole las manos, acompañando su respiración, haciéndole saber que la queríamos, que íbamos a estar bien, que podía partir tranquila.
Estar atentos a esos mínimos y casi imperceptibles gestos que avisaban que el dolor se estaba intensificando, para poder ajustar los remedios. 
Hacer silencio y estar ahi, estar ahi, estar ahi, aunque doliera, aunque la inmensa pena nos nublara la vista a cada rato, como la tengo nublada ahora al escribir este relato...
Estar ahi y estar juntos, acompañarla hasta el umbral de la muerte en esa noche,
acompañarnos entre nosotros, los que por un tiempo más nos quedaríamos de este lado. 
Y en ese estar, re descubrirnos familia, redescubrir cuánto nos queremos,
cuanto y cuan distinto podemos juntos. 
En esa noche, sentir cómo lo triste podía, increíble y misteriosamente
transformarse también en algo bueno y extrañamente bello.

Porque el amor es simplemente eso
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales
R. Juarroz





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