miércoles, 7 de marzo de 2018

Sus cosas

Stuff, Wendy Barker
Who brought these pieces here? Somebody making the shift
to assisted living? Someone’s sixty-something kids after
Mom or Dad had finally “gone aloft,”
as my English granny would have said? The tchotchkes
cramming this antique shop I stroll through with my son:
ivory-handled button hooks, cameo pins,
tureens with porcelain peacock tails for handles. Before she died,
my husband’s mother begged him to take the claw-footed,
eight-foot-tall armoire he hated. At seventy,
my mother labeled every object in her house, color-coded
for each daughter. She wanted to know which one of us
would wear her ruby ring, jade necklace,
turquoise bracelet. Where will my granny’s silver trays,
salt cellars, tea pots, go? What about my mother’s copy—
tattered, water-stained—of Just So Stories,
“O Best Beloved?” The 1924 collection of poems my father
cradled when he read aloud at dinner—will those end up
on my son’s shelves? At Half Price
Books? A garage sale, eBay, landfill? A friend says we spend
the first three-quarters of our lives accumulating, the final
quarter, disposing. As a kid, I treasured
my doll-sized china tea sets, which, packed with crumpled tissue
in a taped box, fell off the back of our truck while leaving
one house for another. Like my photo albums
of the ’60s the movers never found. No pictures left of my black
mascara eye-lashed, mini-skirted, leggy self, no images
of my tennis-playing lover. I’ve read about
the bower birds, who attract their mates with shiny
pebbles and trinkets rescued from trash bins. Did one
of my tiny tea cups end up in some
bird’s bower? Sometimes I crave bare walls, windows open
wide to sky, the oaks, mesquite, and sumac. But who
am I without my journals of the past
twenty years, my embroidered needle case, the filigree
glass vase my husband gave me? Empty as if coming
into this world? Or preparing to leave.

           
              Sacar, sacar, sacar
                hasta que solo quede lo importante

Mediados de Febrero 2018

A dónde irán a parar las cosas de mi madre?

En este tiempo, acuno su vida.
Y mientras tanto, también pienso
a dónde irán a parar sus cosas,
qué quedará de ella para recordarla en los días que vendrán.

Su cama ortopédica, esa que con ¨inconciente previsión¨
compró hace años sólo para poder ver las películas más cómoda... como si algo en ella supiera...
Los silloncitos de su living, esos que hizo elevar con maderas
cuando todo empezó a dolerle tanto
que le resultaban demasiado bajos para agacharse.
La platería, esa que a pesar
de no poder ya moverse de la cama,
pretende hacer lustrar.
La mesa de vidrio que hasta éstos, sus últimos días
anhela mandar a achicar,
llamar al vidriero de la calle Paraná...
El mueble cubiertero que no quizo despachar
cuando tuvimos que hacer lugar para alguien más...
Los cubiertos de Braniff, esos que tienen grabados
todos los años de historia de nuestra familia...
(desde que yo era chiquita y dibujaba aviones)
sus camisas colgadas en perchas en el picaporte de la puerta
porque tal vez, quizás, algún día pueda volver a ponérselas...
El cajón repleto de pañuelos que no usa
y tampoco quiere regalar,
los cuadros que viajaron de departamento en departamento
cada vez que eligió o se tuvo que mudar,
las lámparas, los libros,
las copas que eran de Memé y que tanto se empeñó en cuidar,
su mesa de luz con los cajones llenos de remedios...
que ya hace rato no sirven más.
A dónde irá a parar ese bowl plateado
que está sobre su cómoda
lleno de todo aquello que no sabe dónde guardar,
su computadora, las sillitas thonet, incómodas pero lindas...
la pañoleta que su amiga le regaló hace poquitos días
símbolo turquesa del amor delicado
con el que algunos la cuidamos en este tiempo...
Que será del ropero del baño,
atiborrado de toallas mezcladas
con frascos mezclados con sábanas
mezcladas con rollos de papel higiénico.
Que será del café con leche con tres medialunas ( de las finitas)
del Petit Plaza, ese gusto que se dió cada día,
casi el único en estos, los últimos...
sus cremas, su radio que tanta compañía le hizo
en las primeras noches de miedo y enfermedad,
palabras dichas al aire a las que ahora, llegando al final
ningún sentido les puede encontrar.
Netflix, las series turcas, las ilusiones de amor, su celular, 
 ¨Nosotros tres¨, el grupo de watsap
por el que diariamente nos hablábamos
para saber cómo estaba,
monitorear dolores, tomas de remedios,
ese desde el que mandaba interminables cadenas
que recibía de sus amigas...
ese que ahora no mira...
porque ya todo el tiempo estamos acá.

Tantas cosas una casa, tantas cosas una vida...
Qué será de todas ellas? Qué será de toda ella?
Toda una vida...




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