jueves, 3 de enero de 2019

Cosas que hago con Fe

Cuantas más veces haces algo, mejor lo haces y más lo necesitas. 
Eso vale lo mismo para una rótula que para un corazón.
A. Neuman



La Boca del lobo 
jimena Arnolfi

No es que quiera conseguir algo
pero necesito salir de donde estoy
Llamo, busco al tanteo
tengo el cuerpo dormido
pero la voz habla.
espero con fe
delante de la puerta cerrada.
Abro la heladera con fe
me visto con fe
bailo cumbia con fe.
No pasa nada
cuando hago las cosas con fe
pero voy a insistir


Cosas que hago con fe

1) Me levanto a la mañana y tomo el jugo de un limón con agua.
Dicen que alcaliniza el medio interno, y que alcalino es mejor que ácido. 
Fe en lo que dicen. Cuánto mal puede hacer el jugo de un limón?

2) Tomo mate en silencio y escribo. 
Lo hago con Fe? No creo.
Lo hice con fe al principio. Cuando todavía no sabía.
Ahora Se. Entonces lo hago con SE. Se que me hace bien.
Se que me trae la revelación y ampliación del mundo.
Voy a insistir, ya SE.

3) Con esa Fe del principio de la escritura, hoy bailo. 
Bailo con Fe en que bailar me ayude a seguir moviendo lo atascado, 
lo congelado y dolorido. Un poco Se, otro poco Fe.

4) Con Fe también estoy tratando de nadar. Meterle más movimiento 
a mi vida corporal. Aprovechar el verano, la pileta, la soledad. 
Mientras haga calor, nadaré con fe.
Hoy que está nublado y fresco, seré atea.

5) Con Fe disminuí harinas y lácteos. 
Aunque hoy me fuí un poco al pasto y le puse Finlandia a la galleta de arroz.
De todas formas, no estoy segura de que el Finlandia
sea un lácteo y no un plástico.
A lo que voy es a que con Fe hago cambios en mi alimentación. 
Fe en que todo cambio sea para sentirme mejor.

6) Con Fe pienso en el tiempo que viene 
( sin ninguna certeza de cómo podré ajustarme a lo nuevo)
Recuerdo el artículo que leí ayer:
una mujer que después de criar a sus cuatro hijos,
no sabé quién es, ni qué hacer con su vida,
y decide partir cuatro meses a Europa.
Un mes de duelo por cada hijo que crece y se va.

Cuánta fe en retirarse, pienso.

La misma fe que tengo yo cuando me voy.
Me retiro con Fe, a la soledad y al silencio,
En realidad me retiro con SE. 
SE que en el silencio y la soledad de la naturaleza
me encuentro.
me recupero. 
Recupero la FE.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Mis plantas


Inspirada en estas palabras de Hebe Uhart, escribo mi propio texto
para acompañar un rato ¨verde¨ de domingo
"Aquí estoy acomodando las plantas, para que no se estorben unas a otras, ni tengan partes muertas, ni hormigas. Me produce placer observar cómo crecen con tan poco; son sensatas y se acomodan a sus recipientes; si estos son chicos, se achican, si tienen espacio, crecen más. Son diferentes de las personas: algunas personas, con una base mezquina, adquieren unas frondosidades que impiden percibir su real tamaño; otras, de gran corazón y capacidad, quedan aplastadas y confundidas por el peso de la vida. En eso pienso cuando riego y trasplanto y en las distintas formas de ser de las plantas: tengo una que es resistente al sol, dura, como del desierto, que tomó para sí sólo el verde necesario para sobrevivir; después una hiedra grande, bonita, intrascendente, que no tiene la menor pretensión de originalidad porque se parece a cualquier hiedra que se puede comprar en todos lados, con su verde tornasolado. Pero tengo otra hiedra, de color verde uniforme, que se volvió chica; ella parece decir; ‘Los tornasoles no son para mí’; ella responde creciendo muy lentamente, umbría y segura en su cautela. Es la planta que más quiero; de vez en cuando la guío, yo comprendo para dónde quiere ir y ella entiende para dónde yo la quiero guiar."
Hebe Uhart



Aquí estoy, acomodando las plantas, que quedaron un poco abandonadas durante la semana, corridas a un costado, mientras arreglábamos el piso. Se llenaron de polvillo, extrañaron el agua y la tierra de sus macetas tomó un aspecto de vejez y sequedad prematura.
Me produce placer volver a dedicarles tiempo. Encontrarles un nuevo lugar para vivir a las que en el traslado sufrieron la rotura de sus recipientes. Descubrir que varias fueron madres, hacer lugar en recipientes nuevos para los hijitos, para que puedan seguir su viaje.
Mis plantas son como las personas, pienso. Crecen, a pesar de las inclemencias y los descuidos involuntarios y temporarios. Piden espacio, buscan la luz, estiran sus brazos, a veces, hasta se deforman un poco con tal de recibir un poquito de esa tibieza que tanto necesitan...
Algunas, con fuerza de nacimiento, le dan la bienvenida a una vida nueva, separada de su tallo de origen, otras, parecen necesitar imperiosamente esa independencia, pero después, por alguna razón misteriosa, tardan mucho en afirmarse en la vida propia...
O quizás es lo que se tarda en crecer.
Mientras las riego y las trasplanto pienso....
En realidad, no pienso demasiado. 
Creo que eso es parte del disfrute y el descanso que experimento mientras lo hago. 
Voy creando con mis manos manchadas de barro, y junto con ellas, un jardín en miniatura, un jardin de macetas, tazas, latas, frasquitos. Un jardín en el piso de ladrillo, que continua en el banco de madera y en cada rincón disponible. Vida verde, pequeñas obras de arte en distintos rincones de mi casa. 
Suculentas que se reproducen como arbolitos minúsculos, suculentas de hojas carnosas que caen como pequeñisimas cataratas, lirios fieles y resistentes a todo y a todos, el geranio que cada tanto regala brillantes y preciosas flores coloradas, hojas de suculenta que se desprendieron de su tallo madre y al caer quedaron apoyadas en la tierra, y con el paso de los días, y la ausencia de interferencias, echaron raíces imperceptibles.
Hojas que no se dan por vencidas, que transforman una caída, en incipiente, nueva vida.


lunes, 26 de noviembre de 2018

Ya no voy a ocuparme



Hoy la práctica la inspira 
Hugo Padeletti y su poema

Ya no voy a ocuparme

de la flor del ciruelo
de la lluvia que cae en el jardín
de las hojas de jade que palpitan
en el agua de jade
Me quedo con la impávida ventura
de la taza de té,
con la fresca humedad 
de la camelia dibujada.

Ayer es un ciruelo lancinante,
una lluvia que cala el corazón, 
un deslumbramiento de jade
que fluye, irreparable, 
por el río de jade

Me vuelvo hacia las formas impasibles
de las flores antiguas del papel,
al amor temperado del laúd,
a la rama de incienso de los clásicos

Ya no voy a ocuparme
de ordenar los cuartos
ahora semi vacíos, de gente
Solo entornaré las puertas 
y las cosas esperarán,
tal como allí quedaron,
el regreso temporario de sus dueños.
Ya no voy a ocuparme de pensar menús
ni de hacer compras abundantes
Cierta frugalidad de dos
se irá instalando de a poco 
en la heladera y la alacena.
Ya no me me ocuparé
de estar en los ambientes en los que se mueven,
solo los acompañaré en ocasiones especiales,
cuando me inviten.
Ya no pondré el lavarropas dos veces por día
Con dos veces por semana alcanzará,
y a veces, hasta será de sobra
Ya no escucharé cada tarde la guitarra y el canto,
ya serán muy cada tanto las ¨batucadas¨
con los amigos y el cajón peruano.
Me quedo con los recuerdos
y con cada breve y fugaz
oportunidad de encontrarlos, 
me vuelvo hacia otras formas
de compartir y acompañarlos :
el teléfono, pensarlos,
y cuando vienen, tratar de no ahuyentarlos
con cosas de madre demasiado curiosa
o viejita cascarrabias.
Me vuelvo, para imaginar sus futuros,
sus lugares, sus ciudades.
Me vuelvo para situarlos mentalmente
en esos mundos lejanos
que ya están explorando.
Me vuelvo hacia adentro,
buscando el reservorio de confianza
que me haga saber que estarán bien,
que tienen con qué,
que lo que sea en sus vidas
será perfecto tal como es.
Me vuelvo hacia esa sabiduría 
que cada tanto necesito recordar:
No hay nada, o casi nada
que pueda ( ni deba) controlar.
Me vuelvo y trato de quedarme 
con las palabras sabias de mi hijo
que no hace tanto me dijo:
¨mamá, ya está: 
preocupate menos por nosotros
y disfrutanos un poco más¨

domingo, 25 de noviembre de 2018

La maravilla del Si


Inspirada en el poema Si, de M. E. Sierra Victorica
recorro mi semana y escribo mi versión.

Vi la Maravilla del Si
la luz del férvido rubí
el aire del hondo jazmín, 
la savia, el dulce balancín
los verdes muerden el añil,
un mirlo dice que es feliz
llega una nube del confín
todo es perfecto, y está aquí:
el vértigo del colibrí,
el botón en el abrir
y la ronda en el jardín.
Vi, la maravilla del si.

Vi, la maravilla del Si
y en cuanto ví, pude descansar.
Vi que todo es perfecto
y que está justamente aquí: 
El jacarandá en flor en mi jardín.


El mate, la perra, 
la pared salpicada 
con restos de pintura colorada,
manchas que no salen, 
este silencio para escribir...


El sol, la acacia 
con sus infinitos pompones rosados,
el domingo, otra vez aquí.


Resonancias de una charla profunda, 
pausada, y tan linda con un hijo
en la penumbra de un viernes 
que se acercaba a su fin:
cercanía, encuentro,
orgullo y admiración por su valentía, 
su sensibilidad, su conciencia,
gratitud inconmensurable por coincidir.

El recuerdo de un encuentro anoche 
con amigas queridas,
y también de conocer gente nueva
y conectar profundo.
Sonreir.
La maravilla del encuentro
de la apertura a lo nuevo,
del no quedarme atascada 
en la sensación de ¨pereza¨ o ¨peligro¨.
la maravilla del amor posible.
Está aquí.

Los ecos de una semana de Mapas
de encontrarme conmigo y con otros
y una vez más, amorosamente coincidir.
La sensación de qué distinto es
cuando el abrazo es ¨del lado izquierdo¨
sintiendo tu corazón cerca del mío.
Tanto aprendido,
mucho ¨esperado¨, 
y también ¨bellamente imprevisto¨,
la maravilla del coraje que nos hace abrirnos 
y nos premia con el tesoro 
de los encuentros profundos.
El eco de esa ronda grande
meciéndose en ese instante del tiempo,
los acordes todavía sonando en el cuerpo,
la maravilla y milagro, 
lo asombrosamente precioso de coincidir.
Animarme a zambullirme en lo que vislumbro
es bueno, y ¨power¨ para mi
Renunciar a otras cosas, elegir
y no arrepentirme ni un segundo
de haber pasado por ahí.
La maravilla del focusing, 
del acompañarnos así,
llegó a mi vida para quedarse. 
Está aquí.
La invitación renovada a pasar despacio.
Más despacio, si.
Porque hay aspectos ¨pequeños¨
que todavía están aquí, necesitados de mi.


Y está la posibilidad, real, actual, sentible
de estar presente para todos ellos,
ahí, aquí.

La maravilla de la Presencia
está aquí.
Es en mi.

La maravilla del SI.

viernes, 16 de noviembre de 2018

Que se vayan

Hoy, inspiradas por un poema de Natalia Rozenblum,
escribimos nuestros textos de despedida del taller.
Quisimos pasar despiertas por lo que a cada una le traía el cierre de un ciclo.
Quisimos hacerlo escribiendo, compartiendo, escuchándo, emocionándonos, 
riendo, aplaudiéndo
como lo hicimos cada viernes.

Acá el poema de Natalia.
Abajo mi texto

Si te vas,
llevate tu ropa,
esos platos de tu abuela
de reborde dorado
-que no sirven ni para el microondas-
el parlante enorme
que ocupa un tercio de pared
-y nunca encendés-;
si te vas,
llevate tus mañas de obsesivo,
tu orden superficial
-tu ficción-
el olor que arrastrás
al moverte, ese libro dedicado
por tu ex
-que encontré y nunca te dije-;
si te vas,
llevate el sillón,
aunque me guste
aunque esté hundido en la mitad
como dos pendientes
-igual que nosotros-
el destornillador de los domingos
el martillo de los domingos
el taladro de los domingos
y mis ganas
de que no te vayas.

Si se acaba el taller, que sea festejando.
si llegó el final, quiero atravesarlo despierta.
Ya no más cargar alfombras, sillitas, y bolsos cual equeco.
Ya no pensar en qué llevar para comer
sabiendo que igual no hará falta, mientras esté Patri.
Si llega el final que podamos pasar agradeciendo.
Que podamos hacerlo despacio, 
que no me olvide nada de lo que tenía pensado.
Que haya tiempo para mirarnos, tocarnos y darnos regalos.
Que podamos reconocer los tantos regalos.
Si se acaba, que se acabe hoy, pero que no sea para siempre.
Que el año que viene haya piso de madera y renovado entusiasmo.
Si se acaba, que sea una fiesta, no de las que tanto se ven ahora,
puro alcohol y desconecte.
Que sea una fiesta de la presencia, una fiesta del don, 
de la transformación y la trascendencia.
Que se vayan los dias compartidos
(porque la realidad es que muchos ya se fueron, 
como todo lo que pasa y no vuelve: se va aunque nos resistamos)
pero que no se vayan mis ganas de que no se vayan,
y sean motor para seguir creando, abriendo, invitando.
Si se van, los despido con los ojos bien abiertos,
recordando que estos viernes son un poco mi templo.
Un santuario de amor dado y recibido
Un tejido que se teje año a año
y que cada vez es más sólido y rico.
Si se van estos viernes será con la alegria 
de lo compartido y transitado juntas
y dejarán por unos meses un agujero
en mi vida.
Si se van, que pueda despedirlos 
con los ojos bien abiertos,
valorando inmensamente 
y honrando en su divina humanidad
a tantas gloriosas mujeres
Que se vayan si, pero no sin un abrazo,
no sin un ¨te honro¨, un ¨te agradezco¨.
Que este irse sea modelo posible para otras despedidas:
que podamos atravesarlas con conciencia, en presencia
aprendiendo de la experiencia.
Que se vayan estos viernes de taller
y por favor,  ojalá, vuelvan...

martes, 9 de octubre de 2018

Crecer, ejercicio de taller

Nada tiene que ver el amor con el amor.
Nada tiene que ver el amor con las palabras que engendra.
Verónica Jimenez


Nada tiene que ver crecer con saberlo todo
Nada tiene que ver crecer con ¨tenerla atada¨
Nada con la soberbia, la sensación de ¨ya llegué¨, la ominpotencia.
Nada tiene que ver crecer
con saber perfectamente el camino y no equivocarme.
Nada tiene que ver con no tener más miedos,
ni con poder decirle al resto: solo se va por acá.

Crecer tiene que ver con ablandarme, suavizar mis bordes.
Dejar que la vida con sus caricias y sacudones,
me de año a año, un nuevo baño de humildad.
Humildad que no es lo mismo que impotencia,
humildad, que como aprendí algún día, 
significa Verdad.

Crecer tiene que ver con saber que no se,
y aún así, o justamente por eso, necesitar confiar.

Crecer tiene que ver con aceptarme y aceptar
aunque no todo me guste, aunque no todo salga acorde al plan.

Crecer es dejar de tener un plan y simplemente animarme a caminar.
Un paso a la vez, oliendo las flores, sintiendo el vientito en la piel,
abierta a lo que puede venir, abierta a lo que de todas maneras vendrá.

Crecer es animarme a no tener ni la más pálida idea de lo que vendrá
y así todo sentir que la vida se puede disfrutar.

Crecer es tener tiempo libre sin culpa de tenerlo.

Crecer es acercarme a mi misma, y acercarme a los demás.

Es animarme a amar sin tanta defensa, a mirar, a tocar.
 A ofrecer lo mucho o poco que tengo para dar.

Crecer es animarme a sentir y a decir lo que siento tratando de no lastimar.

Es tener algunos miedos todavía, pero no vivir ya tan esclavizada por ellos.

Crecer es que me duelan un poco las articulaciones, los huesos.
Es darme cuenta nítidamente de que ni el cuerpo ni la vida son eternos.

Es darme tiempo para procesar las despedidas, los cambios.
Es bancarme bien la nueva soledad.
Es tener una vida rica por dentro y por fuera.
E ideas que siempre son motor para caminar.

Crecer no es tanto tener certezas inamovibles
sino abismos misteriosos e incomprensibles.

Es querer seguir viviendo, sentir que vale la pena.
Aunque no todo se pueda planear, aunque el misterio.

Crecer es, en fin, entre otras tantas cosas, 
ser cada vez más blandita, más verdadera,
menos dogmática, menos prejuiciosa,
más espaciosa, más amorosa, más humilde,
más cercana, más conectada, más libre.

En eso estoy. Creciendo.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Lo que me salva de la velocidad

¨Escribir me salva de la velocidad¨
L. Gabilondo



Me salva de la velocidad escribir temprano y también
en cualquier otro momento del día
en el que el mundo empieza a girar raudo y amenazo perderme. 
Me salva sacar fotos, leer, anotar pedacitos de lo que leo
en los márgenes y en mi cuaderno.
Me salva de la velocidad sentir los pies en el piso cuando me levanto de la cama,
los pies descalzos en el ladrillo frío y en el pasto
cuando salgo a buscar el diario a la mañana.
Me salva de la velocidad colgar la ropa.
Sentir el sol en la cara, el vientito cuando sopla suave, la humedad
La vida de sus dueños por un ratito en mis manos, bajo mi cuidado. 
Me salva de la velocidad descolgarla cuando ya está seca. Doblarla. 
Hacerlo despacio para que no se me caiga
y se vuelva a ensuciar antes de que puedan volver a usarla
Me salva de la velocidad cortar las verduras, 
elegir alguna sal loca llena de especias, para la carne,
el arroz, el pescado, la ensalada.
Me salva de la velocidad darme una ducha caliente
cuando la soledad se siente pesada,
o cuando llego al final del día cansada.
Me salva de la velocidad escribir una carta,
dejar que las palabras vayan viniendo. 
Leer poesías, tirarme al suelo a estirar mis piernas doloridas.
De la velocidad me salva el mate, claro,
y salir a buscar camelias mientras todavía hay,
y sentir gratitud hacia hacia esa planta noble, su generosidad, su abundancia. 
Me salva de la velocidad permitirme cada tanto
quedarme tildada mirando por la ventana.
Me salva la música, que a veces me calma, o me invita a bailar,
a hacerme tiempo también para eso, en la era del ¨estoy a mil¨,
en la era del ¨no hay tiempo para nada¨. 
Me salva de la velocidad que haya muerto mi madre,
y recordar, cada vez que la recuerdo ( que es cada día), 
que la vida se acaba, y que quiero pasar despacio y saborearla.